Por la ventana de mi habitación se veían las estrellas. Podías ver miles de puntitos en el cielo que brillaban como llamas al salir de una hoguera. Pero ahora las estrellas ya no brillan. Ahora ya no hay estrellas. Des de que te fuiste te llevaste las estrellas contigo, esas estrellas que cada noche veíamos des de mi ventana.
Ahora que ya no estas no se que hacer por las noches, antes podía contar estrellas, porque me recordaban a ti, porque sabía que estabas ahí, aunque no fuera a mi lado; pero ahora, ahora ya no puedo contar estrellas, porque ellas se fueron contigo, como mi sonrisa, como mi corazón.
Tu te llevaste todo eso, todo lo que realmente era necesario. Tu desapareciste con todo eso, y ahora ya no podré recuperarlo nunca más.
Des de el día de tu funeral ya no se veían más destellos brillantes en el cielo, ya no sonreía con mis labios de fresa, y ya no amaba, porque mi corazón ya no estaba. Ahora era fría, ahora era hielo, puro hielo. Porque tu fuiste el que te llevaste mi calor. Nuestro calor. Todo el calor que desprendíamos por las noches entre las sábanas, todo el calor que había en nuestras cálidas sonrisas, y todo el calor que de esas estrellas emanaba. Ahora todo eso ya no está. Ahora ya no hay estrellas. Ahora ya no me siento en la ventana para contarlas, porque de ellas, como de ti, ya no queda nada.

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